La última esperanza japonesa

La última esperanza japonesa

23 enero, 2020 Desactivado Por social

Hay pilotos que ganan campeonatos del mundo y otros que son Campeones del Mundo. Es una frase de Ayrton Senna que ilustra muy bien lo que significó Daijiro Kato para rivales, prensa y aficionados.

Daijiro Kato y su número 74 deberían estar por los circuitos. El malogrado piloto de Saitama era diferente a todos los demás que habían salido de la cantera japonesa. Sus dos victorias en las 8 horas de Suzuka y su único titulo mundial se quedaron cortos después de la tragedia en 2003 en el Gran Premio de Japón que dejó desolados a rivales y a aficionados de todo el mundo. Su estilo de pilotaje era incomparable porque  mezclaba agresividad, precisión de cirujano y suavidad.  

El número 74 empezó a competir en minimotos con solo 3 años y con ocho consiguió su primer campeonato japonés. A partir de ahí las victorias totales se sucedieron en las categorías de iniciación logrando tres títulos más. Por este motivo con solo 16 años empezó con las motos de gran premio con buenos resultados desde el principio. Su virtuosismo encima de la moto se hizo legendario en el país del sol naciente y su irrupción como wild card fue su mejor presentación en el Campeonato del Mundo.

El Japonés en cuatro participaciones como invitado en el Gran Premio de Suzuka se tradujeron en 2 victorias, un podio y un quinto puesto. HRC decidió darle la alternativa en 2000. En su primera temporada, sin conocer los circuitos terminó en el podio final después de cuatro victorias. En 2001 ocurrió lo inevitable: la demostración gráfica de su categoría como piloto: 11 victorias, récord de puntos de 250cc y una NSR 500 como premio para participar en el mundial de 500 que se convertiría en MotoGP.

A priori en 2002, si recuerdas, la opción de 500cc no pintaba mal sobre las novedosas cuatro tiempos. De hecho Valentino Rossi, último campeón de 500cc, era reacio a renunciar a las dos tiempos porque pensaba sinceramente que las motos de medio litro resultaban superiores. Sin embargo se comprobó lo contrario desde la primera carrera, dejando claro que el mundial ya había cambiado para siempre porque eran menos exigentes para el piloto, aunque eran mucho más potentes. En aquella temporada cayeron todos los récord de tiempo de carrera. El rookie Daijiro Katoh tenía que aprender a marchas forzadas, con una moto inferior bajo la atenta mirada de HRC. 

Sin embargo, la tercera carrera en Jerez sirvió para que Kato demostrara su calidad. El japonés terminó en segundo lugar con una NSR 500 por delante de la RCV de su compatriota Tohru Ukawa. El premio en forma de RCV oficial llegó en la décima carrera que se celebró en Brno en la que Daijiro terminó de nuevo en segundo lugar.

En 2003 tenía que ser la temporada de la confirmación después de actuaciones muy destacadas con las dos motos que pilotó el año de su debut. Tanto que  Honda le dio status de piloto oficial.  Era su apuesta para dar a japón un título en la categoría reina. El Gran Premio de Japón en Suzuka-lugar de sus primeros triunfos mundialistas y primera carrera de aquella temporada- parecía que iba a ser el comienzo de un sueño para una fabrica y de todo un país que se tornó en pesadilla.

El número 74 estaba en plena remontada, después de una mala salida, cuando su RCV se descontroló a 170 km/h e impactó contra el muro. Daijiro  no pudo recuperarse de sus heridas y falleció trece días después . El Mundial quedó conmocionado y a la carrera siguiente Sete Gibernau consiguió la victoria para hacerle un homenaje. Se creó la Safety Comission para que los pilotos tuvieran voz en determinar si un circuito era seguro. La primera decisión que tomaron fue no volver a correr en Suzuka nunca más.

El primer piloto japonés que podría haber vencido en MotoGP porque su talento era desmesurado. Nos deja un Mundial más seguro para los pilotos, un título de 250cc, 17 victorias, 27 podios, 11 poles. Irrepetible.